El ajuste anunciado en Alemania es lo más parecido a un salvavidas de plomo para el viejo continente. Propicia recesión, recortes sociales y avance de la extrema derecha.
.....La canciller Angela Merkel decidio tomar medidas sin precedentes.
Parece por momentos como si hubiera una voluntad puesta para que las cosas parezcan diferentes de lo que son. De lo general a lo particular, este desvío infecta a todo el universo de esta segunda ola del terremoto financiero que sacude por ahora sólo a Europa.
Se habla así de una crisis del euro que es inexistente. En realidad la crisis es de la zona euro y dentro de ella de un puñado de países . La caída de la cotización de la moneda común contra el dólar, menos que una calamidad, ha generado un tremendo resultado para la locomotora europea que es Alemania , el país que más se ha beneficiado de la integración, la moneda común y ahora de esta pesadilla.
Berlín, que hizo su mayor ajuste desde las épocas que gobernaba el roji-verde Gerhard Schroeder (la historia se encapricha en probar que, menos las palabras, todo pasa en la misma vereda), basa su economía en las exportaciones, de modo que el tipo de cambio mejora su competitividad . EE. UU. acaba de reconocer que Europa es responsable de la caída de 30% en sus intercambios comerciales sólo en el pasado mes de abril. Eso no ha cesado.
Pero esto no es una regla común. No es igual el denominado “euro-nor”, Alemania indudablemente, del “euro-sur”, Grecia por ejemplo. La mayoría de esas naciones no bendecidas tiene hasta 60% de su comercio intraeuropeo, de modo que un euro más bajo no influye. Ahí se ve con claridad otro aspecto de la distancia entre caminar y correr que marca el lugar de Berlín en esta Europa convulsionada . Es en esas contradicciones donde resuena la voz de alemanes idealistas como Jürgen Habermas o Ulrich Beck, que reclaman a su país un hacerse cargo cosmopolita de los otros, algo que el nacionalismo ha corrido de la realidad quizá para siempre.
Como esta crisis tiende a agravarse y nadie sabe cuánto demorará en hallarse el escalón firme donde hacer pie, los mercados, que son los principales jugadores en esta mala noche, construyen espejismos que suelen corporizarse también jugando con las apariencias. En las últimas horas, España quedó bajo fuego dos veces. El Banco Mundial creó una nueva categoría de países, la EU-5 , versión en clave fina del acrónimo antipático de los PIIGS, con dos I (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). En un documento la entidad alude a los riesgos “de una grave pérdida de confianza en la deuda de los cinco países más fuertemente endeudados de la UE”. Sandro Pozzi, corresponsal de El País de Madrid en Nueva York, averiguó en el BM si el informe aludía a los PI(I)GS, lo que le fue ratificado. Lo notable, sin embargo, es que los más endeudados no son exactametne esos sino Italia, Grecia, Bélgica, Hungría y Francia. España figura 14 detrás de Alemania, Holanda y Reino Unido.
El otro disparo llegó ayer viernes cuando el Financial Times Deutschland , filial alemana del reputado medio británico, publicó en Berlín que Bruselas preparaba un rescate para evitar la bancarrota española . Todo fue desmentido pero quedó en el aire un poco más de esa sensación de fragilidad que dibuja todo el tiempo el rostro europeo. Y se sabe que esto se multiplicará camino a julio, cuando Madrid enfrenta pagos de su deuda por enormes 24.663 millones de euros. Esa plata la deberá tomar en la plaza a tasas que no se sabe hoy a dónde llegarán.
Ahí hay una picardía
Una de las vacas sagradas que cayó de la mano de los acuerdos de salvataje para los socios en problemas, es que ahora el Banco Central Europeo puede comprar los papeles de esos países. España no es Grecia naturalmente y por eso mismo es mucho más tentadora. A su vez, el FinTimes no es un diario sensacionalista, pero sí es un vocero tenaz de la visión única del mercado como regulador, la idea en la voz de Reagan de que el problema es el gobierno. Esa mirada vuelve con un ímpetu asombroso a toda Europa, de la mano de la ambigua ortodoxia de Berlín que pide más regulaciones, pero cancela bajo el credo del ajuste la reaparición del Estado que fue el que puso en orden la debacle. Dicho de otro modo, el esfuerzo fiscal tiene el límite de reponer la máquina en las vías, pero no de conducirla.
Berlín acaba de anunciar un plan de ajuste de 80 mil millones de euros que es lo más parecido a un salvavidas de plomo para el continente. La jefa de Gobierno Angela Merkel -otra vez la semántica- enarbola estas medidas sin precedentes en la historia de la República Federal como un ejemplo de autosacrificio, pero que es del todo innecesario a la luz de los números de su economía. Aparte de que un tercio de esos ahorros saldrán del gasto social, estas medidas tienen un componente procíclico con el riesgo de generalizar la recesión en el continente , algo que Alemania podría revertir con una formula diferente.
El paquete reafirma la alianza ideológica de los democristianos de Merkel y los ultraliberales del FDP del implacable Guido Westerwelle. Pero además busca derrumbar la paridad de los bonos alemanes que son la tasa de referencia en el continente (hoy 2,5% en el papel a diez años ). Esto implica una presión descomunal para que el resto haga ajustes para poder financiarse, lo que los llevará a no expandir sus economías, que es lo que se debería hacer en momentos de crisis como acaban de probar EE.UU. o China y es lo que se demanda desde tribunas no necesariamente revolucionarias como The New York Times .
Alemania ha venido modelando a Europa como arcilla a su imagen y semejanza los últimos 20 años. Ese proceso parece ahora acelerarse y se hace más visible una homogeneización de los liderazgos políticos alimentados además por un elemento grave, la ilusión. El ajuste tiene también esos efectos. Se multiplican los regímenes liberales en pos de un modelo de eficiencia pero excluyente que reconstruya la prosperidad perdida. Como esa meta es un espejismo, surgen como hongos fenómenos de ultraderecha nacionalista (Hungría, Holanda) que, incluso entre las víctimas del experimento, avivan con populismo, racismo y ferocidad aquella ilusión inalcanzable.
Fuente: Clarín.com
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